jueves, 20 de junio de 2013

Bahamontes y el Tour del 57



           -  Por tu mujer, Fede…
           -  ¡No!
           -  Por España.
           -  ¡No!
           -  Por Francia.
           -  ¡No!
Había un tiempo en el que los ciclistas no tenían potenciómetros y sus esfuerzos sobre la bici lo medían sus propias sensaciones. Además no tenían pinganillos en las orejas y las órdenes del equipo eran trasladadas desde el coche del equipo (si es que estaba cerca). Si no era así, tenías que conocer muy bien como iba la carrera para hacerte una buena visión de ella. De aquellos tiempos me gustaría rescataros una anécdota de cómo la tozudez te puede conducir al fracaso… o a la victoria.

Para situarse, deberías saber que a finales de los años 50 había dos grandes figuras en el ciclismo español: Federico Martín Bahamontes y Loroño. Estas dos grandes figuras se disputaban grandes carreras y su enemistad era manifiesta, más cuando compartían el mismo equipo. Cada uno de ellos contaba con sus propios gregarios: Carmelo Morales y Antonio Ferraz de Bahamontes y Bernardo Ruiz (entre otros) de Loroño.
En el año 1957, Loroño ganó la vuelta a España cuando entonces se disputaba antes que el Tour y no sin polémica con Bahamontes. En la escapada en la que Loroño le metió una minutada a Bahamontes, éste quiso reaccionar e ir tras él pero el coche del entonces director del equipo de Loroño y Bahamontes, Luis Puig, se puso delante de Bahamontes haciendo zigzags para pararle el ritmo: “¡Loroño está mejor colocado que tú! ¡No debes cogerle!” le repetía el director del equipo. Aquella noche en el hotel Loroño y Bahamontes casi llegan a las manos.

Con esta polémica llegaron al Tour donde las rencillas hicieron que Bahamontes intentara dejar en fuera de juego a Loroño, escapándose en las primeras etapas y olvidándose por completo de que compartían el mismo equipo. En la cuarta etapa a la salida de un pueblo en la que el pelotón tuvo que hidratarse por el calor que hacía, a Bahamontes le picó una avispa en la ceja. Los fotógrafos no dejaron pasar esta ocasión y le retrataron con la picadura.


En otra de las etapas de montaña, Bahamontes iba sufriendo, muy alejado de los primeros puestos. No dejaba de llevarse la mano izquierda atrás y es que tenía un fuerte dolor de espalda que apenas le dejaba montar en bici. Siempre bien arropado por sus dos gregarios Morales y Ferraz llegó un momento que se cayó a la cuneta.


Es entonces cuando sus compañeros intentaron ayudarle a montarle otra vez en la bici y Bahamontes se negó en rotundo, literalmente le volvieron a sentar sobre la bici y él se revolvió. Se acercó el coche del equipo para animarle a que se subiera sobre la bici y él lo único que hizo fue arrojar las zapatillas dentro. Morales trató de convencerle:
-          Por tu mujer, Fede…
-          ¡No!
-          Por España.
-          ¡No!
-          Por Francia.
-          ¡No!
Conociéndole como le conocían, con su extravagancia y cabezonería, nadie creía firmemente que a Bahamontes esos dolores le hicieran bajar de la bicicleta. Finalmente nadie consiguió convencerle. El incombustible Bahamontes se retiró en ese Tour (que fue el primero de Anquetil) para ganarlo dos años después en 1959. La causa de sus dolores de espalda fue la inyección de Calcio que le puso su director de equipo. A pesar de que a día de hoy puede llamar mucho la atención la práctica de inyecciones de determinadas sustancias, antiguamente esto era normal EN EL CICLISMO Y EN TODOS LOS DEPORTES hasta que llegó la muerte de Tom Simpson en el Mont Ventoux en 1967. De este tema me gustaría hablaros en alguna que otra entrada.
El palmarés de Bahamontes es digno de un genio: Tour de Francia: general (1959), Maillot de la montaña ¡seis veces! (1954, 1958, 1959, 1962, 1963, 1964) solo batido por Richard Virenque con siete veces y 7 etapas. Giro de Italia: montaña (1956) y 1 etapa. Vuelta a España: montaña (1958) y 2 etapas. Campeonato de España en Ruta (1958) y Campeonato de España de Montaña (1959).


Como descubrí la historia del ciclismo.

En mi primer año trabajando de socorrista trabajé de correturnos en cinco piscinas. Trabajaba el día que mis compañeros libraban y hacía dos días a la semana en una piscina donde había dos compañeros. En esta última piscina siempre venía a primera hora un hombre llamado Jacinto, con una poblada barba y de unos 130 kg que nadaba durante una hora y media. Debido a su peso tenía un gran mérito nadar con ese estilo de natación entre la braza y el crol. Por supuesto que de la hora y media de nado, más de media hora se tiraba hablando con la única persona que hay en la playa de la piscina a primera hora: el socorrista. Recuerdo que paraba en el lateral, se apoyaba sobre los codos en el borde, se apartaba las gafas y a darle al palique…

Uno de los primeros días que vino recuerdo que en una de esas paradas se paró, se apoyó sobre los codos, apartó las gafas y dijo: “tú eres ciclista”. No hace falta ser un detective para poder distinguir a una persona que monta mucho en bicicleta, sobretodo si la camiseta de socorrista es sin mangas y el moreno “agroman” que deja el maillot resalta a la vista. “bueno… monto en bici” contesté. “Entonces eres ciclista. Yo también lo fui.” Resulta que Jacinto, en su época de chaval, estaba todo el día montando en bicicleta de acá para allá y cuando no montaba en bicicleta estudiaba a todos los ciclistas de su época y anteriores así como la historia de las carreras ciclistas. Después, las obligaciones familiares le habían hecho abandonar la bici pero no abandonó su afición por el ciclismo. En esos descansos entre largo y largo fue él quien me empezó a hablar de los ciclistas de otros tiempos (Poblet, Bahamontes, Loroño, Ocaña, Merckx, Anquetil, Hinault…), de la historia del Tour, de las clásicas (bueno, éstas ya me las estaba empezando a enseñar Óscar Freire). Cuando se enteró de los días fijos que iba a esa piscina me dejaba recortes de prensa de hacía 40 año: cuando Ocaña se cayó en los Pirineos, de los Tours de Merckx, un cd de la historia de la vuelta… todo eso a cambio de que yo le dejara entrar en la piscina un poquito antes de abrir. Así que antes de que abriéramos la piscina Jacinto ya estaba nadando mientras yo pasaba el limpiafondos a la piscina.

Un día en una de esas paradas me confesó: “Carlos: Yo hubiese vendido mi alma al diablo solo por correr un Tour ¡correr un solo Tour! ¡Ni siquiera ganarlo!”

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